¿Cómo influyen la asertividad, la pasividad y la agresividad en nuestras relaciones?

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¿Cómo influyen la asertividad, la pasividad y la agresividad en nuestras relaciones?

Estas tres conductas determinan el modo como nos relacionamos con los demás.

Cómo influyen asertividad pasividad agresividad en relaciones

El comportamiento humano se expresa de diversas maneras, y aunque cada persona tiene su estilo único de comunicarse, existen tres patrones de conducta ampliamente estudiados que predominan en la forma en que las personas interactúan con los demás: la conducta agresiva, pasiva y asertiva.

Los tres tipos de conducta

Estos estilos afectan nuestras relaciones personales y profesionales, influyen en la autoestima y modelan la forma en que logramos nuestras metas. Conocer y reconocer estos patrones es clave para mejorar la comunicación y el desarrollo interpersonal.

1. Conducta agresiva

La conducta agresiva se caracteriza por una comunicación en la que la persona intenta dominar, manipular o imponer sus propios deseos sobre los demás. Esta conducta suele tener el objetivo de ganar o prevalecer, aun a costa de la otra persona. Las personas con un estilo de conducta agresiva a menudo recurren a tácticas como el sarcasmo, las críticas, la intimidación y el uso del lenguaje corporal amenazante. Las características de la conducta agresiva son:

  • Uso de un tono de voz elevado, a menudo con un volumen intimidante.
  • Falta de respeto hacia los pensamientos, emociones y opiniones de los demás.
  • Tendencia a imponer su punto de vista.
  • Utilización de amenazas o críticas.
  • Escasa empatía, con poca consideración por el impacto de sus palabras o acciones.

La conducta agresiva puede ser percibida como ofensiva o intimidante, generando un ambiente tenso y de conflicto. Aunque en algunos casos esta actitud puede llevar a resultados inmediatos, a largo plazo tiende a deteriorar las relaciones y a generar resentimiento. En el lenguaje corporal destaca:

  • Postura dominante, con el pecho hacia adelante y los hombros rígidos.
  • Tono de voz elevado, a menudo intimidante o cortante.
  • Gestos bruscos, como apuntar con el dedo o golpear la mesa.
  • Mirada fija y desafiante, a veces con los ojos entrecerrados.
  • Invasión del espacio personal de la otra persona.
  • Expresiones faciales intensas que muestran enojo o desagrado.

Algunos ejemplos de comunicación son:

  • ¡Siempre tienes que hacer lo que yo digo o será peor para ti.
  • No me importa lo que pienses, esto se hará a mi manera.
  • ¿Es que nunca puedes hacer algo bien? Me haces perder el tiempo.

Este estilo agresivo suele intimidar a los demás y crear un ambiente de tensión, ya que la persona busca controlar la situación o imponer su opinión.

2. Conducta pasiva

La conducta pasiva, en contraste, es aquella en la que la persona se inhibe de expresar sus opiniones, deseos o necesidades, generalmente para evitar el conflicto o ser rechazada. Las personas con este estilo de conducta suelen priorizar las necesidades de los demás por encima de las propias, ignorando sus propios deseos y objetivos. Esto puede llevar a sentimientos de frustración, ansiedad y resentimiento acumulado, que eventualmente pueden manifestarse en explosiones emocionales. Las características de la conducta pasiva son:

  • Tendencia a evitar el conflicto o a ceder ante los deseos de otros.
  • Falta de expresión de necesidades y emociones propias.
  • Evita tomar decisiones o asumir responsabilidades.
  • Utiliza un lenguaje corporal cerrado, como encogerse de hombros o evitar el contacto visual.
  • Expresa sus necesidades de manera indirecta o ambigua.

Las personas pasivas suelen experimentar baja autoestima y pueden sentirse incomprendidas o invisibles en sus relaciones, ya que no comunican de forma clara lo que piensan o sienten. En el lenguaje corporal destaca:

  • Postura encorvada, con los hombros caídos y los brazos cerca del cuerpo.
  • Tono de voz bajo y a menudo dudoso o titubeante.
  • Pocas expresiones faciales o sonrisa forzada que disimula el verdadero estado de ánimo.
  • Evita el contacto visual, mirando hacia abajo o a los lados.
  • Movimiento nervioso, como jugar con las manos o los pies.
  • Retrocede o se aleja si alguien invade su espacio personal.

Este estilo pasivo sugiere falta de seguridad o miedo a la confrontación, lo cual puede llevar a que las necesidades y deseos de la persona no sean escuchados ni considerados.

3. Conducta asertiva

La conducta asertiva es considerada la más equilibrada y sana de los tres estilos. La persona asertiva se expresa de manera clara, directa y respetuosa, defendiendo sus propios derechos sin menospreciar los de los demás. La asertividad implica comunicar necesidades y deseos de forma honesta y constructiva, estableciendo límites y mostrando respeto mutuo. Las características de la conducta asertiva son:

  • Expresión directa y honesta de pensamientos, sentimientos y necesidades.
  • Respeto por los derechos y opiniones de los demás.
  • Uso de un lenguaje corporal abierto y seguro, como el contacto visual y la postura erguida.
  • Habilidad para decir « no » de forma clara y sin culpa.
  • Capacidad para manejar críticas de forma constructiva y expresar desacuerdos sin conflicto.

La asertividad es esencial para desarrollar relaciones saludables y equilibradas. Las personas asertivas suelen tener mayor autoestima y logran una comunicación efectiva, evitando tanto la agresión como la sumisión. Adoptar una conducta asertiva requiere práctica y autoconocimiento. Algunas estrategias útiles incluyen:

  • Autoconocimiento: Reconocer nuestras propias emociones y necesidades.
  • Establecer límites: Aprender a decir « no » y comunicar nuestras necesidades con respeto.
  • Practicar la empatía: Escuchar activamente y validar las opiniones de los demás, sin ceder en los propios derechos.
  • Manejar el lenguaje corporal: Mantener una postura relajada y realizar contacto visual adecuado.
  • Utilizar el “yo” en las afirmaciones: Expresar cómo nos sentimos usando afirmaciones en primera persona, como “Yo siento…” en lugar de “Tú haces que yo…

En el lenguaje corporal destaca:

  • Postura relajada pero erguida, con los hombros hacia atrás.
  • Tono de voz moderado y claro, con un ritmo constante.
  • Gestos naturales y abiertos, como las manos visibles y relajadas.
  • Contacto visual directo, pero no intimidante.
  • Espacio personal respetuoso, sin invadir el de los demás.
  • Expresiones faciales congruentes con el mensaje, transmitiendo interés y apertura.

Algunos ejemplos de comunicación son:

  • Entiendo tu punto de vista, pero yo prefiero hacer esto de otra manera.
  • No estoy de acuerdo con esa decisión, pero estoy dispuesto a dialogarlo para encontrar una solución que nos funcione a todos.
  • Me molesta cuando no me escuchas. ¿Podemos encontrar una forma de comunicarnos mejor?

La asertividad permite una comunicación honesta y directa sin generar conflicto, transmitiendo respeto tanto por uno mismo como por los demás.

Cómo interactúan entre sí los patrones de conducta

Los estilos de conducta agresivo, pasivo y asertivo suelen interactuar de maneras predecibles y pueden influirse mutuamente. Por ejemplo:

  • Conducta agresiva vs. conducta pasiva: Las personas pasivas tienden a evitar los enfrentamientos, por lo que es común que cedan ante individuos agresivos, lo cual refuerza el comportamiento de ambas partes. Con el tiempo, esto puede llevar a que la persona pasiva acumule resentimiento.
  • Conducta agresiva vs. conducta asertiva: La persona asertiva no permite que una persona agresiva domine la situación, pero responde de forma equilibrada, sin caer en la agresión. Esto puede generar una reacción positiva en la persona agresiva, al recibir un límite claro.
  • Conducta pasiva vs. conducta asertiva: Una persona asertiva puede ayudar a una persona pasiva a expresar sus necesidades con más seguridad, al ofrecer un espacio de respeto y validación. La paciencia y el ejemplo de la persona asertiva pueden modelar una conducta más equilibrada en el otro.

Estos estilos de comunicación, reflejados en el lenguaje corporal y en las palabras, afectan nuestras interacciones diarias y determinan la forma en que otros responden. Adoptar un estilo asertivo ayuda a mantener relaciones más sanas y equilibradas.

La comprensión y el uso de un estilo de comunicación asertivo no solo mejoran las relaciones, sino que también incrementan la autoestima y el bienestar personal. Reconocer nuestros patrones de conducta y aprender a interactuar de manera más saludable nos permite construir relaciones basadas en el respeto y la empatía, promoviendo una comunicación eficaz y un desarrollo interpersonal positivo.

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